Los años noventa forjaron gran parte de lo poco de ser humano que tengo. Esos años, la simpleza y autenticidad de las cosas me mostraban un porvenir sencillo, marcado por las tendencias autodestructivas y las rutinas paranoicas que se repetirían hasta el cansancio: comer, dormir, cagar, masturbarme hasta que me saliera agüita transparente; ese tipo de cosas.
Para ese entonces, Martín de Francisco y Santiago Moure ya decían huevonadas desde su programa radial y televisivo, abriendo las sendas de una filosofía de muchos de mis coetáneos han de haber conocido, y que mucho después machacaron con imitaciones pendejas hasta la saciedad.
Ahora, este par volvió desde internet, con un humor trasnochado, cansado, con ese toque de desidia y de obligación que se puede percibir en el chascarrillo más elaborado —y a su vez pendejo—, hasta con las burlas más maricas que pudieran encontrarse.
Por eso es que exijo: Ya es hora de que los palitraqueros que se dedican a eso del humor serio pongan la jeta, de frente, como debe ser; porque ya no hay ningún hijueputa que haga nada medianamente bueno en este país. El humor está muerto. O sea: si los más dignos representantes del genero en Colombia son: Andrés López; José Ordoñez; Polilla; el Cuentahuesos; los de la Luciérnaga y otros gatos aparecidos; quiero morir lejos de este mosquero donde me toco nacer.
Y aclaro, nosotros no pretendemos ser chistosos, somos simplones y tenemos problemas emocionales; por ende no cuenta esto como humor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario