Quiero dejar un punto muy marcado a raíz de esta elucubración tan cula con la que inicie este escrito: La desdicha mía no es la única en el planeta, ni la más grande, ni siquiera es la más triste; es solo una más dentro de este maizal —tierra pobre de mentecatos y ampones viciados a la sangre y la chabacanería—. Soy un desdichado más que destila por los poros un infame resentimiento que todos, léase bien, todos, llevamos en el corazón; pero que solemos esconder tras eufemismos baratos y “arengas de positivismos flojos”.
Afirmaciones como: “Tranquilo que esto se compone”, “por lo menos no le falta la salud”, “anímese que de peores situaciones lo he visto salir”, “eso no es nada comparado con lo que le sucedió a Mengano”; y así, puedo llenar estas zarrapastrosas paginas con frases de falso aliento que lo único que lograrían recordarnos es aquel perdedor pesimista que llevamos dentro.
Es cierto que debemos afrontar con verraquera y “garra” las vicisitudes a las que nos enfrentamos a diario. A lo que realmente quiero llegar es a dejar a un lado aquellas expresiones lastimeras que ocultan los debacles por los que la gente pasa. En resumen, si está sufriendo, no lo oculte; no hay nada más incomodo que una persona que esta jodida, ocultando su derrota tras clichés de auto superación barata.
(PD: Estoy jodidisimo, no lo niego. ¿y?)
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