En fin. Cierto momento sentí que me estaba quedando atrás de una tendencia (otra de las tantas que tan frecuentemente me hacen recordar que ya estoy viejo, viejo); por lo que decidí unirme a tan detestable propensión a hablar en dos idiomas —claro está, sin hablar ninguno de los dos de manera correcta—.
Como cualquier otro usuario de la red “twitter”, emprendí mi cometido y empecé a tirármelas de culto e irrevente, haciendo chistes en inglés que no yo mismo entendía. Como se esperaba, no habrían de demorar las hordas de cultos bien hablados y perfectamente bilingües que pululan en este moridero para mofarse de mi craso error (guardando las proporciones al caso Carolina Cruz). Lo que ellos nunca llegaron a saber es que, en serio, sin joder, me valía cinco rebanadas de culo desgastado el que me corrigiesen a manera de mofa.
Nunca he sido bien hablado ni culto. Soy de los mismos muertos de hambre que a diario que se apretujan en trasmilenio a las 5:30 de la tarde de cada día por conseguir un puesto (de píe) en trasmilenio. Almuerzo corrientazo o calentado; aguanto hambre por las noches; tengo hongos y nada de esto me apena en lo más mínimo.
Por el contrario. Este experimento, ese impulso de tirármelas de seudoculto renegado y hippie, no fue más que otro arranque de desidia; como el del noruego que decidió masacrar a más de 30 compatriotas sin razón aparente ó el del señor de la matanza de Pozzeto. Es tal cual, solo impulsos que obedecemos como tiernos y desgraciados animales que somos.
Así, culmino otra de las inoficiosas y banales entradas de este escampadero.
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