martes, 19 de octubre de 2010

La bestia del miedo.

Para variar, llevado de la agónica vida de oficinista con la que soñé de niño, me dispongo a iniciar una jartisima lista de quejambrosas arengas que, a lo sumo, lastima darán. Este reflejo de Colombianidad displicente y barata es lo máximo que podrá mi atestada cabeza producir.

Como soy desordenado, lento y me distraigo bastante rápido, —victima, al igual que muchos hijos de esta atestada y mediática realidad— y, además no crecí con Bob el constructor, el aterrador Barney y —gracias a Dios— los detestables Teletubbies: no tengo ese pensamiento de "todo es posible". Por el contrario, vivo con el inclemente y siempre presente miedo al miedo. Yo dependo: económica; moral; anímica y sicológicamente de lo que ordenen mis temores. En palabras castizas: "no temo a lo que no conozco, aun".

A continuación encontrara esos temores que, por lo menos en mi caso, me quitan el aliciente esperanzador para transformarme en este mar de sollozos lastimeros. Y la lo mejor vera usted en la caricatura que es mi vida, el patético reflejo de la suya, porque yo tengo:

* Miedo a que me vacíen por algo que no he hecho, así no sea mi culpa.

* Miedo a que las cosas vayan bien, síndrome de que olvide algo o que extrañamente algo muy malo esta por pasar.

* Miedo a que, por causas inconcebibles, algo salga peor de lo que ya viene.

* Miedo al miedo que me corroe y no me deja tranquilo.

* Miedo a despertar, sabiendo que el día advenidero podría ser peor aun que el anterior.

* Miedo a llegar tarde, aun sabiendo que se salí temprano.

* Miedo a haber dicho algo de lo que se estaba seguro, pero con la irritante sensación de duda.

* Miedo a que alguien este fraguando una estratagema para partirme la papaya.

* Miedo a las mentiras ya dichas, pero que no se recuerdan.

* Miedo a hablar de mas, o hablar muy poco, sobre algo de lo que se supone, se debería saber.

* Miedo a estar perdiendo el tiempo escribiendo esta babosada, en vez de trabajar en lo que me atañe.

* Miedo a que me cobren plata que debo y no recuerde, porque se jodieron (ando sin cinco).

* Miedo a no tener razones para levantarme mañana y vender mi tiempo al peor postor.

* Miedo a morir sin haber hecho absolutamente nada provechoso en mi desvergonzada vida.

No sé que se piense ni se diga de mi, pero a estas alturas, de lo único que no sentiría miedo seria de eso. No me quiero lo suficiente para que me llegue a importar.

jueves, 14 de octubre de 2010

Regreso a la desilusión.

Con motivo de celebración por las memorables semanas que acaban de trascurrir —mientras nos hacíamos los pendejos para escribir—, hemos de recurrir al resumen para obviar las excusas que habríamos de esgrimir y por las cuales no estuvimos atentos al acontecer nacional, local y particular. Razón por la cual, hoy, decidimos por fin romper nuestro silencio, ante esas cosas que nos venían muy bien rompiendo las bolas.

Como primer hecho está: El lanzamiento del libro de Ingrid, de quien ya hemos hablado en pasadas ocasiones y que, para variar, no fue más que un esperado desconsuelo y chiste de corrillo. Segundo: La victoria de las auto-elogiadas Fuerzas Militares Colombianas que, tras usar las más altas estratagemas de inteligencia y tecnología—compuestas principalmente por un sapo que les dio la ubicación de los mencionados guaches— atestaron de plomo y bombas un campamento en el que se encontraba un mono enfermo: Jojoi.

Para completar: recientemente vimos el desempeño a lo sumo, desastroso, de nuestro seleccionado patrio de futbol que, aún no se convence del remarcado derrotero nacional. Este espectáculo —chimbo, per se— si mal no está dicho todavía, seguirá siendo el abanderado de nuestro descomunal sentido del fracaso y, nos seguirá demostrando que toda época pasada fue mejor, aunque no necesariamente bueno.

Me llevo entonces la sensación de que nada va progresando. Los triunfos son tan cercanos a nosotros que, si apenas llegamos a sentir su olor, es por la cercanía a que nos sucede: siempre faltando una monedita pal peso, siempre segundando, siempre a la expectativa de que la próxima vez será y regodeándonos en la catajarria chimborria de la esperanza. Muerta.