jueves, 14 de octubre de 2010

Regreso a la desilusión.

Con motivo de celebración por las memorables semanas que acaban de trascurrir —mientras nos hacíamos los pendejos para escribir—, hemos de recurrir al resumen para obviar las excusas que habríamos de esgrimir y por las cuales no estuvimos atentos al acontecer nacional, local y particular. Razón por la cual, hoy, decidimos por fin romper nuestro silencio, ante esas cosas que nos venían muy bien rompiendo las bolas.

Como primer hecho está: El lanzamiento del libro de Ingrid, de quien ya hemos hablado en pasadas ocasiones y que, para variar, no fue más que un esperado desconsuelo y chiste de corrillo. Segundo: La victoria de las auto-elogiadas Fuerzas Militares Colombianas que, tras usar las más altas estratagemas de inteligencia y tecnología—compuestas principalmente por un sapo que les dio la ubicación de los mencionados guaches— atestaron de plomo y bombas un campamento en el que se encontraba un mono enfermo: Jojoi.

Para completar: recientemente vimos el desempeño a lo sumo, desastroso, de nuestro seleccionado patrio de futbol que, aún no se convence del remarcado derrotero nacional. Este espectáculo —chimbo, per se— si mal no está dicho todavía, seguirá siendo el abanderado de nuestro descomunal sentido del fracaso y, nos seguirá demostrando que toda época pasada fue mejor, aunque no necesariamente bueno.

Me llevo entonces la sensación de que nada va progresando. Los triunfos son tan cercanos a nosotros que, si apenas llegamos a sentir su olor, es por la cercanía a que nos sucede: siempre faltando una monedita pal peso, siempre segundando, siempre a la expectativa de que la próxima vez será y regodeándonos en la catajarria chimborria de la esperanza. Muerta.

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