viernes, 26 de noviembre de 2010

SU PROPIA IDENTIDAD


La música siempre ha sido y será una tendencia a seguir, una corriente muy fuerte para aquellos jóvenes que aun no han encontrado su identidad, para aquellos jóvenes que nos leen y esperan encontrar en nosotros una fuente de apoyo, en su problema de “falta de identidad”, hay una buena noticia…. Si, los vamos a asesorar y a guiar en este tema para que no caigan en errores garrafales y sean la burla de toda una sociedad. Si Ud. es una de esas personas que se sienten totalmente encerrado en una ciudad donde cada quien define su estilo de acuerdo a la música que escucha, la mayoría de estos estilos, son copiados de… de… no se, cualquier otro lugar que no es Colombia, acá no se le tiene fe a sus artistas, no se tiene una identidad propia, de lo cual estoy totalmente agradecido, por que no soportaría ver en las calles de Bogotá a jóvenes con fachas e ínfulas de traqueto costeño, machista, con diamantes en los dientes, con un severo problema de sudoración y brillo en la nariz, por eso el uso de “polvos” al mejor estilo de Diomedes días, o jóvenes con ruana, sombrero, con tiple en mano, cantando la “cucharita se me perdió” (a menos que sea un desplazado en un bus) emulando el gran estilo de Jorge Veloza.


Pero la juventud de ahora, aparte que no conoce su música, prefiere hacer una vil copia de sus artistas favoritos, la mayoría de ellos son derivados del rock y del hip hop, que si tiene el cabello largo, largo y se viste de negro, es por que le gusta el metal (en este caso no se diferencia el genero, a menos que uno de ellos tenga barba), que si tiene el cabello como las chicas del can, se maquilla y se visten como damiselas del barrio santa fe es por que le gusta el glam, que si se peluquea con los dientes, se pone cuanto arrechucho de metal se encuentra en el piso, así tenga plata le gusta el trago barato, y tiene actitud de “me importa un culo” en la calle, por que en la casa (si es que tiene o si es que llega) simplemente no tiene actitud, es por que le gusta el punk, ahora que si su cabeza parece trapero de asadero de pollos, huele a aliento de cucho cervecero, y tiene cara de satisfacción eterna, y su vida gira en torno a lo que hizo en vida Bob Marley es por que le gusta el reggae, si es de esos que se ponen chaquetas XXXXXXL de cualquier equipo de baseball, baloncesto, futbol americano, de cualquier parte del mundo, que entre mas grande sean los pantalones y los tenis que compro en el Restrepo, marca KIKE, adiolas, etc. ..etc, le gusta caminar por las calles de Bogotá con su “ruca” de la mano, como si estuviera en el “Bronx”, con delirio de zapatero, con el bóxer en el bolsillo, es por que definitivamente le gusta el hip hop y el rap, también existen ellos, que tratan de ocultar su sexualidad (indefinida) bajo un capul de cabello lizo, pantalones extremadamente apretados, tenis exclusivos para hacer skateboard, pero están tan tristes que no saben hacer nada y en su defecto usan tenis de abuelita, eso en el caso de los “hombres”, en el caso de las mujeres, todas (clones) optan por hacer una especie de peinado de oreja a oreja con sus labios rojos, y sus perforaciones en la cara que las hace ver aun mas “sexis”; estos tienen una particularidad, es que gozan de cualquier tipo de música, es como una aleación de toda la basura que botan todos los demás estereotipos, se aman todos entre si, mas el resto del mundo los odia.


Todas estas muestras de cultura son totalmente respetables, pero realmente mal hechas deberían, no se dejarse un bigote ponerse lentes y vestir de paño como bien lo hacia Jorge Villamil, o pintarnos el cabellos de un rojo carmesí para evitar las canas con un gran gabán como la hacia Rafael Escalona, pero al paso que vamos , todos vamos a terminar pigmentándonos la piel de negro para parecer los de choquib town, siendo esta la única manera que nos damos cuenta que existe algo que se llama CHOCO, y ni por esas.

Ahí esta joven lector Ud elige a que clase de sub sub sub sub sub tribu urbana devaluada quiere pertenecer y lograr su “propia identidad”.

martes, 23 de noviembre de 2010

Carta abierta al Señor Anónimo

Con especial ocasión de un interesantísimo comentario recibido en el blog hace un par de días, realizado por uno de los más doctos lectores que ocasionalmente se encuentran con el link de este lugar de porquería, quiero —con todo el espíritu de sinceridad que tan ocasionalmente me ocupa— compartir con la recua de ignominiosos lectores del mismo, las precisiones sobre su acertadísimo punto de vista.

Hay que ser muy creativo para hacer algo de humor en Colombia. Es algo de lo que todos estamos conscientes, dado que el estandarte nacional en la materia es muy alto (Ejemplos de programas como: comediantes de la noche, sábados felices, también caerás, etc.). Por otra parte, hay que ser culto y tener mundo —como quien dice, salir de la loma—, no cualquiera puede incluir en sus textos palabras como "mierda", "coscorria", "ñafla" y "guasquearse", en un contexto en el que cause risa por el mero hecho de parecer irreverente y burdo, imitando lectores de la laureada y poco creativa escuela posmo. Además de ello, hay que evitar el regionalismo: la manera más barata y facilista de ofender identidades y buscar comunes denominadores en una tierra discriminatoria como la nuestra. Es decir, no cualquiera puede tomarse el atrevimiento sin parecer absurda y abiertamente imbécil.

Pues bien, Sr. Anónimo: Esta es una carta abierta a usted, y sus despectivos pero apropiados comentarios sobre este pueril espacio virtual. Yo, como dueño y oneroso administrador, declaro: Primero. Pongo el link de mi firma donde me da la regalada gana. No tengo nada que esconder y no me avergüenzo de lo abiertamente ridículos que puedan ser mis escritos. Segundo. Sé, de primera mano, que hablo mal de alguna gente a veces. Bien se que lo hago indiscriminadamente e indistintamente, pero para todo hay una razón. ¿Qué se la va a hacer?, es mi opinión y hago con ella lo que me antoje. Tercero. Soy tan imbécil de hacer analogías con lo que yo quiera (regionalismos, racismos, clasismo, etc.), porque tengo dos dedos de frente para saber que alguien con un dedo y medio de frente notaria el mensaje detrás del chiste barato.

Por último: No sé escribir, como ya lo habrá notado. No soy periodista, no estudie letras ni filosofía, no estuve en los Andes ni en la Javeriana. Jamás he ganado ni mierda en ningún concurso por escribir. Soy un empleado de tres pesos que se desahoga de vez en mes, tomándose la libertad de criticar lo que se me antoja, contando con todo el derecho de saber que soy peor que todos los que critico. Ese, Señor Anónimo, es mi criterio y cualidad más valiosa.

Aceptare todos sus reclamos de forma y fondo sobre la banalidad y superficialidad, estupidez y trascendencia de mis textos, solo cuando alguien de su alcurnia se decida pensar con la cabeza y no con el culo.

jueves, 18 de noviembre de 2010

De personajes que marcaron historia.

Personajes nefastos, desastrosos e inverosímiles se han presentado con una mayor frecuencia en los últimos años. Esta generación, mi generación, tan acostumbrada ver como se transforma y degenera el mundo ante sus ojos —y que tantas veces ha escuchado la frase "perdimos la capacidad de asombro"—; le resulta bastante indiferente el asunto. ¿Y qué me parece raro de todo esto? Nada.

¿Quién podría entonces calificarse como un personaje catastrófico para nuestra historia? En mi caso particular, puedo nombrar varios que, tras sus abominables acciones, determinaron despreciables actitudes en mí. Tomillo: ¿Tomillo? ¿En qué maldita cabeza hueca cabe la idea de un personaje llamado Tomillo? Él, uno de los principales causantes de mi odio a la creativa propuesta musical colombiana, al Jet Set y a la etnia chibcha; Su ridiculez, su particular y amanerado canto y baile, arraigaron en mí profundos deseos de vívida violencia. Por su parte, siguió su exitosa carrera de Chayanne de pueblo tras el desaparecido show de Oki doki, retratando amanerados en novelas de tercera y —como era de esperarse— ahogándose en el inefable olvido de las masas. Pero en mi caso no ocurrió así. Desgraciadamente, vive presente en mi mente el recuerdo de este mandril cantando y bailando sus amaneradas liricas, como el más infeliz (aun más que Coco y el Piojo, que ya es bastante decir) de toda la secuela de la serie.

Tras este perturbante trauma, años después, encontré un personaje de símiles características que me hizo revolcarme en mi propia cochambre. Este, aunque no fue actor —Supongo que no por falta de ganas, sino por la evidente ausencia de talento—, si fue bastante influyente en su momento. Aunque no puedo aseverar que en su pequeño cerebro pase lo contrario y siga sintiéndose influyente. Se trata de Charlie Zaa, el infame cabezón que reciclo muchos éxitos de antaño y sembró la semilla de los refritos de los que ahora todos somos víctimas. Este cabeza de ñame, tuvo la brillante idea en su internacional Girardot (tierra plagada del pensamiento Cosmopolita Cundinamarqués), de reencauchar las canciones más lastimeras, luego, armar un dossier causante de un sopor inaguantable e intentar, de paso, conquistar cuanta calentana le caminara al lado.

Bajo influencia de este animal musical, se marcaron las sendas de mi fracaso en las artes amatorias; dado que considere que: sí Charlie hace gala al lucir la camisa de seda desapuntada (con pecho lampiño), lamberse el cabello con la popular "rampla" de los años 90´s y sesear cada palabra que se le atravesase, pues yo también podría utilizarla como arma de seducción. Estos consejos implícitos, y el derrotero marcado por mi reticente repudio hacia tomillo, germinaron en mí con la violencia de quien no quiso pertenecer a esa época.

Espero, con el corazón en las manos, que los resultados de épocas más pletóricas de mi vida, subsanen con el tiempo todos estos karmas que me han perseguido y, de paso, consiga evitar que la prosopopeya de los Dummies no tengan culpa alguna en mi adultez.

martes, 16 de noviembre de 2010

Cambios no predichos por los mayas.


Aunque resulte difícil de creer, soy tan sensible como para sentir que el paso del tiempo se torna más inclemente día tras día. El constante azote de la lluvia, mis zapatos rotos y la larga distancia que debo recorrer a diario para subirme a un atestado sistema de transporte "masivo", hacen menos llevadera la cada vez más tortuosa tarea de vivir en este: "el mejor vividero del continente". A esto, habría que adicionarle el hecho de que descubrí que esta empresa —un blog de majaderías sin sentido— paso a ser netamente mía: dado que mi cofrade de causa prefirió dedicarse a sus raquinbolescas labores después de sumarse a las ya numerosas víctimas del fantasma de perro; aquel desalmado can utilizado por Telmex en sus cobros pos jurídicos. (…)Así es, sin internet se quedo Cecilio.
A manera de aliciente, puedo entonces abanderarme del objetivo, estilo y fin —que bien sabemos ya, no existe— de este cagadero, que bien clamaba un cambio de forma y fondo. De manera que, como colombiano de arrechucho, tengo en el guargüero atravesado el deseo de cambiar algunas cosas, a saber:
  1. Como no conozco ninguna insulsa estrella cultural, ni del Jet-Set, ni del ámbito político, ni siquiera un acérrimo y fracasado periodista; solo limitare a hacer mis pueriles chacotas sobre celebres personajes de la fauna Cundiboyacense. No quiere decir esto que se salven los corronchos, paisas o nariñenses; pero sí dejo claro que no son el objetivo primario.
  2. Vendí mi alma. Veo muy cerca el hecho de ser echado por mi decreciente productividad laboral —y como esta es la causa principal—, pues ya sabrán mis acérrimos lectores. Por tanto, a partir de ahora encontraran uno que otro aviso publicitario, a ver si recibo uno que otro cheque a nombre de mis atosigados sesos.
  3. Se hace necesario que, si alguien se digna —o se atreve— a realizar algún comentario por mi pésima ortografía, redacción o estructura, lo haga bajo el bajo estilo acorde con este moridero. No queremos más esnobismo en la Web-a.
  4. Como se me da la gana de hacerlo, publicare de vez en mes una sección especial, de algún gato en particular que me ha pedido ser partícipe de tan incipiente causa.
Bueno, no siendo más, espero que con estos cambios se encuentren satisfechos mis lectores (me jacto de hablar en primera persona), o si sencillamente no les gusta lo acá dictaminado, se abstengan de visitar este sitio y se limiten a revisar el eltiempo.com.

martes, 9 de noviembre de 2010

Divergencia y aprendizaje.

Hay muchas cosas a las que todavía no recurrimos, a pesar de la falta de tiempo y de tema del que son objeto todos los sitios web de esta en-verga-dura. No pretendemos llenar estas cochinas páginas con más pueriles chacotas sobre el acontecer nacional, pero si tenemos que aprovechar nuestras particulares vivencias en busca de ese sentido de colombianidad, tan común también por estas épocas. De igual manera, queremos reiterar a nuestra pequeña audiencia, que el objetivo sigue siendo el mismo: Hacerles perder su devaluado tiempo.

Es por esto que hoy, sin anuncio previo, pretendemos hacer las delicias de chicos y grandes, renombrando los sucesos que nos han vuelto tan intransigentes y divergentes: como lo que hemos tenido que vivir siendo colombianos de clase baja, obrera, trabajadora y bebedora empedernida.

Para empezar, podrían examinarse los almuerzos vacacionales que, como niños, tuvimos que soportar. Estos eran preparados por la hermana mayor, la tía arrimada o algún primo mala clase que disfrutaba el sopor con el que deglutíamos tan repugnantes alimentos. Ellos estaban compuestos principalmente por: arroz mazacotudo (quemado al fondo y crudo por encima); papas saladas (durísimas) y una carne (pollo/carne de marrano) frito y tieso. Sin olvidar claro está, el complemento: coliflor, brócolis o espinacas con zanahoria que agregaban olor y molestias estomacales instantáneas.

No dejamos a un lado los juegos de parque: Divertidos, pero simples. Baratos, pero entretenedores. Peligrosos, pero muy adictivos: El columpio, siempre oxidado y con el vivo olor a marihuana de sus usuarios nocturnos, el rodadero con un mortal filo al final, los sube y baja (capadores No. 1 y los responsables de la esterilidad más común en nuestra generación), fueron mi entretención y los responsables de mi propensión a quererme poco y a buscar la diversión en las cosas más peligrosas.

Más allá de esto, también encuentro perturbadoramente interesantes los juegos de video de la época. El popular "Family", el cual, solo una persona en la cuadra tenía y era la diversión de espectadores y jugadores. En ese momento aprendí que la envidia es un mal necesario, no solo porque nos brinda el deseo de salir adelante, sino porque nos hace desearle el mal ajeno, y porque nos molesta que al otro le vaya bien.

Teniendo en cuenta que casos incontables como estos nos propendieron a ser los despreciables seres que somos hoy, ¿qué habría de decirse de nuestra adolescencia? Es necesario que lo examinemos en una próxima oportunidad.