martes, 9 de noviembre de 2010

Divergencia y aprendizaje.

Hay muchas cosas a las que todavía no recurrimos, a pesar de la falta de tiempo y de tema del que son objeto todos los sitios web de esta en-verga-dura. No pretendemos llenar estas cochinas páginas con más pueriles chacotas sobre el acontecer nacional, pero si tenemos que aprovechar nuestras particulares vivencias en busca de ese sentido de colombianidad, tan común también por estas épocas. De igual manera, queremos reiterar a nuestra pequeña audiencia, que el objetivo sigue siendo el mismo: Hacerles perder su devaluado tiempo.

Es por esto que hoy, sin anuncio previo, pretendemos hacer las delicias de chicos y grandes, renombrando los sucesos que nos han vuelto tan intransigentes y divergentes: como lo que hemos tenido que vivir siendo colombianos de clase baja, obrera, trabajadora y bebedora empedernida.

Para empezar, podrían examinarse los almuerzos vacacionales que, como niños, tuvimos que soportar. Estos eran preparados por la hermana mayor, la tía arrimada o algún primo mala clase que disfrutaba el sopor con el que deglutíamos tan repugnantes alimentos. Ellos estaban compuestos principalmente por: arroz mazacotudo (quemado al fondo y crudo por encima); papas saladas (durísimas) y una carne (pollo/carne de marrano) frito y tieso. Sin olvidar claro está, el complemento: coliflor, brócolis o espinacas con zanahoria que agregaban olor y molestias estomacales instantáneas.

No dejamos a un lado los juegos de parque: Divertidos, pero simples. Baratos, pero entretenedores. Peligrosos, pero muy adictivos: El columpio, siempre oxidado y con el vivo olor a marihuana de sus usuarios nocturnos, el rodadero con un mortal filo al final, los sube y baja (capadores No. 1 y los responsables de la esterilidad más común en nuestra generación), fueron mi entretención y los responsables de mi propensión a quererme poco y a buscar la diversión en las cosas más peligrosas.

Más allá de esto, también encuentro perturbadoramente interesantes los juegos de video de la época. El popular "Family", el cual, solo una persona en la cuadra tenía y era la diversión de espectadores y jugadores. En ese momento aprendí que la envidia es un mal necesario, no solo porque nos brinda el deseo de salir adelante, sino porque nos hace desearle el mal ajeno, y porque nos molesta que al otro le vaya bien.

Teniendo en cuenta que casos incontables como estos nos propendieron a ser los despreciables seres que somos hoy, ¿qué habría de decirse de nuestra adolescencia? Es necesario que lo examinemos en una próxima oportunidad.


 


 

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