miércoles, 30 de marzo de 2011

Twitter y yo

Es toda una pena que mi "partner" y coequipero de causa haya conseguido trabajo. Él, en su infinita sabiduría, habría sabido orientarme para abordar el tema de los twiteros de forma adecuada; pero lamentablemente en las plazas de mercado no hay wi-fi, y un celular Nokia 1100 es difícil de maniobrar cuando se tienen las pezuñas así de encarnadas y maltrechas de tierra.


Pero bueno, antes de continuar con el tema que hoy me atañe, debo dar aviso de que en mi actual estado de beodez no acostumbro a ser muy delicado, de tal forma que cualquier semoviente que se encuentre leyendo esto y que, además, sufra de sensibilidad vaginal severa, debería dejar a un lado la lectura del presente texto.

Twitter, como cualquier otra maña agringada, llego primero a manos de ciertos wannabies chibchas, en su irrefrenable deseo de parecer "seudo-intelectuales". Este amasijo de personajes cundieron de su egocentrismo barato -al ya sabido envidioso colombiano- de esa fuente de autosatisfacción que no suplía facebook, el popular chismografo grafico. Más adelante, fue llegando a cada esfera social de este moridero; desde el presidente hasta el atracador de los Laches.


Cada quien vio en esta red social la manera de suplir su deseo de figuración, de ser objeto de conversación a pesar de su apariencia, porque solo contaba su asquienta verborrea. Esto, sumado a los factores problema en nuestra sociedad, se transformo en una bomba de tiempo. Un iguazo con derecho a hablar es muy peligroso. Pero ese no es el tema que abordare hoy, porque para leer de matanzas por pendejadas mejor me leo El Espacio.


Quiero hablar de los dramas, de lo estúpidamente sensibles que podemos llegar a ser. Recuerdo con alegría la primera vez que me dijeron idiota, estúpido, pueril, arrogante, atronado y desvergonzado. Me sentí feliz, me hacia geande el sentimiento de repudio que veía tras sus aparentes mezquinos sustantivos, que alimentaban y sublevaban mi ignorancia al punto de apoyarla. Hoy soy lo que soy, más peye que nunca, gracias a que sin saber quien coño soy, me incitaban a mejorar.


A algunos sensiblones vieron en la monta un ataque personal a sus egos, a su pobre o excesiva utilización de la red social una ofensa y una humillación. Pendejos.

Pesimistas como yo pueden apreciar el precio del desprecio, su valor. Y si alguien como yo, con todo y mis problemas de autoestima y de lenguaje pudo hacerlo, ¿porqué no estos divos del twitter? No hay derecho.

Casos como el de las arrobas "@jairoserrano" "@hyperconectado" y la perra estúpida de "@ensayista" me dan lastima.



Eso es to-eso es- to, eso es todo amigos.

Que se los coma un marrano con gripe aviar. (Y recuerden volver por más basura textual).


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