jueves, 17 de marzo de 2011

Fervor

No solo la cosa política se ha venido moviendo, también las placas tectónicas y las placas dentales de las pocas muelas que tenemos todos los que tenemos Sisben. Hoy, con motivo de la sensible temática que conmueve a miles de colombianos a despojarse de sus bienes materiales en masivas representaciones de solidaridad —así la ola invernal tenga sumida en la más estrepitosa miseria a mucho municipio colombiano—, vengo a hablar de la sensibilidad que tan bien nos caracteriza.

De hecho, es sabido a nivel mundial que somos muy sensibles; nos indignamos por cosas tan trascendentales como una patada a una lechuza, mientras a mucho Bogotano le inauguran una zapatería en el orto y le abren branquias a punta de "punta", con tal de bajarlo del bus y quitarle un nokia1100. Pues bien, no importa. Lo importante es sentirnos mal ante la tragedia de Japón y el hecho de no querer ver las noticias, porque eso nos vuelve “amarillistas”; eso de ver imágenes y crónicas detalladas de la miseria humana no va con nosotros.

Consecuentemente, también el hecho de hacer chistes al respecto y seguir con el humor “negro” y contagioso, nos hace malos seres humanos. Por ende, refiriéndonos a cifras, estadísticas y realidades (esperando no sufrir aun más por crónicas hechas por Pirri), nos fundimos más aun en el clamor nacional y nos excusamos y defendemos por cadenas de oración enviadas por correo, messenger, tuits (y para los mas kitsch: BBmsn ), esperando ganar la redención por medio de “avemarías prestados”.

Me pregunto yo, bajo la más moralista de las pretensiones: ¿Cuándo, cuándo carajos, el humor ha sido originado por hechos que no causen sufrimiento por lo menos de una jodida persona? Acaso, señor lector, ¿nunca se ha reído cuando alguien se va de jeta y se rompe todo lo que se llama jeta? No. No seamos tan payasos pues. No nos podemos instigar al fervoroso odio nacional por un chascarrillo referente a la tragedia en oriente, por Dios.

Todos sabemos que ellos son, claramente, una gente que está en capacidad de superar cualquier dificultad con una habilidad mundialmente insuperable. Sé (si fuera japonés), que lo último que necesitaría seria condescendencia de un país tercermundista. Por favor, confiemos en los amarillitos, ellos sabrán como reponernos los Ipods y los blackberries de una manera eficiente, entre las olas, los terremotos y sin indignación de imbéciles como nosotros; claro está, con soberbias ganancias. Fin.

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