miércoles, 31 de agosto de 2011

Bitácora de esta basura.


No es de extrañar que los pocos despistados internautas (termino aberrado aprendido en un canal cultural colombiano), que llegaban a estas páginas —por error, obvio—, no encontraran nada más que un pueril intento por sacar una socarrona sonrisa, excusados nada más que en chistes trillados y robados de otros fallidos shows televisivos y radiales.

No estamos pensando tampoco darles gusto y suscribir contenidos de calidad; solamente porque eso cuesta tiempo y no disponemos de él. En fin. Esta entrada tiene como objetivo recordar los anecdóticos hechos que nos llevaron a nosotros, sus creadores, a intentar dejar una bitácora, un triste recuerdo de porqué somos y seremos pobres, desdichados y rencorosos.

Cecilio, en su afán por conseguir un medio de escape a su espantosa realidad, buscaba con ansia decir todo lo que su señora, familia y jefe de la verdulería no le permitían decir. Se estaba volviendo loco el pobre crío de homínido. Tal fue su desesperación, que incluso busco a su conocido más despreciable para armar una empresa en la que él solo, le iba a quedar grande. Yo (Ramplón), Por mi parte, estaba harto de tirármelas del inteligente en reuniones sociales, cocteles y cosas que hacemos los del medio de la venta callejera.  No podía discernir con mis “llaves” sobre las consecuencias filosóficas, económicas y sociales del poco laureado programa de gobierno de Carlos Moreno de Caro a la alcaldía. Mis aspiraciones culturales siempre se vieron cuarteadas por el lenguaje incluyente y dejaban atrás mis intenciones de parecer docto, para pasar a ser el vendedor de empanadas más hablamierda de toda la localidad de Bosa-Laureles.

Por cosas del destino, encontramos que cualquier hijueputa aparecido hijo de vendedora de BonIce puede —es más, debería— tener un blog ¡gratis! Sí, regalao, como nos gusta tanto a los soachunos. Relación: causa – efecto, abrimos el susodicho blog en el que no hemos hecho nada distinto a contrariarnos, decir estupideces, encajar mentiras y sobre todo: quejarnos.

Esa es mi Colombia linda, de la que formamos parte los criticones y quejetas. Seguimos teniendo la esperanza de que algún día, de tanta quejadera, tanto los guerrilleros como los criminales del gobierno se hartaran de que hablen tan mal de ellos, que decidirán cambiar y hacer de este un lugar menos pior.

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