viernes, 5 de agosto de 2011

No nací en un país bilingüe.

Nada más ayer en la tarde, una compañera se preguntaba que podría regalarle de cumpleaños a su “roommate”. Poco después, otra me preguntaba, ¿cómo es que le dicen a los “basemment” en este maizal. Indignado, por supuesto, les pedí —es más, les exigí—, que respetaran este platanal, que era el que les estaba proveyendo la papita que tan estiradamente se deglutían.

En fin.  Cierto momento sentí que me estaba quedando atrás de una tendencia (otra de las tantas que tan frecuentemente me hacen recordar que ya estoy viejo, viejo); por lo que decidí unirme a tan detestable propensión a hablar en dos idiomas —claro está, sin hablar ninguno de los dos de manera correcta—.

Como cualquier otro usuario de la red “twitter”, emprendí mi cometido y empecé a tirármelas de culto e irrevente, haciendo chistes en inglés que no yo mismo entendía.  Como se esperaba, no habrían de demorar las hordas de cultos bien hablados y perfectamente bilingües que pululan en este moridero para mofarse de mi craso error (guardando las proporciones al caso Carolina Cruz). Lo que ellos nunca llegaron a saber es que, en serio, sin joder, me valía cinco rebanadas de culo desgastado el que me corrigiesen a manera de mofa.

Nunca he sido bien hablado ni culto.  Soy de los mismos muertos de hambre que a diario que se apretujan en trasmilenio a las 5:30 de la tarde de cada día por conseguir un puesto (de píe) en trasmilenio.  Almuerzo corrientazo o calentado; aguanto hambre por las noches; tengo hongos y nada de esto me apena en lo más mínimo.

Por el contrario. Este experimento, ese impulso de tirármelas de seudoculto renegado y hippie, no fue más que otro arranque de desidia; como el del noruego que decidió masacrar a más de 30 compatriotas sin razón aparente ó el del señor de la matanza de Pozzeto.  Es tal cual, solo impulsos que obedecemos como tiernos y desgraciados animales que somos.

Así, culmino otra de las inoficiosas y banales entradas de este escampadero.

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