¿Quién no ha tratado de tener una conversación discreta en lugares en los que —por obvias razones— es literalmente imposible? Porque es que muy cierto que somos tercos y, en muchos casos, creemos tener dominio completo del tono; volumen y timbre de la voz para hacerlo. Pues, he de reconocer que formo parte de ese grupo —no en redes sociales: Aclaro—. (Apostaría mi vida a que existe un grupo en facebook que reza algo así como: "Soy un imprudente y hablo de secretos en el bus aunque la gente me escuche", que por cierto debe tener unos 100 seguidores mínimo; recua de pendejos).
Prosiguiendo con el tema: sí, definitivamente somos muy imprudentes. Y al referirme a todos es todos, el universo posible que ante mis ojos se cierne sufre de este mal, tan humano como sacarse un barro espichado y arrugar la cara ó sonreír al tirarnos un pedo silencioso pero mortal. ¿Por qué creemos que pelear por teléfono en tono bajo dentro de un Transmilenio —donde las orejas de cincuenta posibles oyentes están a menos de tres metros de circunferencia— es sinónimo de privacidad? ¿Quién no se ha enterado de un embarazo en una buseta? Dado los ejemplos, me pregunto; ¿A que se deberá que queramos sentirnos lo suficientemente astutos, como para ser captado únicamente por el receptor deseado y no se quede en sapos?
Para la muestra un botón de esta susodicha situación:
Soy un caminante, de esos que nacieron para serlo y no por el hecho oprobioso de carecer de la plata para un carrito. Me gusta que —aunque suene desesperado y pendejo— cuando llueve, pueda disponer del tiempo para caminar bajo la lluvia; no sin antes haberme aprovisionado de un par de cervezas (a manera de gasolina), para alivianar la travesía que me espera. Muchos detractores se encuentran a lo largo y ancho de esta urbe a quien se dispone de esta ecológica caminata. Entre ellos cabe exaltar al iguazo que mira con envidia la dorada carga que me acompaña, aunque también se encuentra el padre de familia que, con sus hijos, camina bajo la lluvia con premura y mira por encima del hombro. Mira con ese desdén, pero es un desdén compuesto por: mal ejemplo que da esta imagen a sus hijos y la envidia por no poder hacerlo ya.
Cuando inicio mi caminata pongo música en el celular, busco una chuspa, una maleta o ya en últimas; me quito el saco para cargar la cerveza. Luego de esto, busco una ruta que no sea tan idiota (Evitando la atracada) y establezco un destino. Adicionalmente: Como hablo solo, relaciono el volumen ambiente con el de mi tono normal de voz, para no parecer un loco gritando —solo quiero parecer el loco inofensivo que habla—. Pues ahí está el desacierto.
Por efectos lógicos de la borrachera, se me desordena el volumen y termino gritando y cantando en medio de la calle, ante la mirada atónita del populacho; que entre tristeza y pesar despierta la imagen. Como vivo despotricando del diario vivir, tengo una fama de resentido y asocial por donde suelo dar esta saludable caminata.
Conclusión: Pues mi privado razonamiento y enfrentamiento emocional se vuelve noticia para quienquiera que pase por esas solitarias calles donde mi soliloquio tiene lugar. Es algo así como ver a un loco con un megáfono reconociendo que tiene problemas con el alcohol, baja autoestima, resentimiento social y es maniaco-compulsivo e iracundo. Definitivamente quería que fuese mi secreto, pero así como hacerlo ya.
Búrlense ustedes, degenerados lectores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario