lunes, 2 de agosto de 2010

Puercas mentiras.


Como era de esperarse, nuevamente estoy a cargo del abanderado y simbólico icono de la idiotez bogotana, —representada en este blog— por medio de otra sosa introspección a esta mancillada realidad de patirrajaos, indios, asesinos y el común habitante que se distingue (entre otras), por su traicionero proceder, mentiroso hablar y el tan buen trato por el que nos dimos a conocer a nivel nacional e internacional.

Hoy solo quiero referirme en particular, al hecho del que he sido víctima y verdugo. Porque es cierto; la mentira, como herramienta de supervivencia social, ha de servirnos siempre para salir más o menos bien de cualquier cagada. En mi caso algo particular, compartiré una experiencia bastante morronga, solo para ejemplificar el arquetipo de mentiroso maniaco–compulsivo del que toda esta recua de compatriotas forma parte.

Bueno, la historia sucede así: De esos viernes poco prometedores, bien sea por la escases de habas* o de rucas**, me di a la tarea de cuadrar uno u otro arrocito en bajo que estaba pendiente por usufructuar. Resulta y pasa qué, por azares del afán, concrete dos de ellas al tiempo, esperando que uno de los dos negocios se fuera para el piso de un momento a otro.

Después de un rato me emperifolle***, no demasiado porque como bien sabemos: "El que demuestra el hambre, no come"; Pues agarre para la calle y empecé a concretar por los dos lados, esperando y anhelando que uno de los pelos**** que tenía me dijera: "no puedo". Teléfono en mano, me di cuenta del garrafal y craso error que había cometido. No supe que hacer. Cuando hablaba con una de ellas, le decía que tenía un problemita de plata camino allá y debía solucionarlo y cuando hablaba con la otra, le decía que tenía un familiar enfermo y que hasta última hora me habían avisado. Esto lo hacía solo por ganar tiempo y poder pensar con cual finalmente debía ejecutar el plan —que comprendía moteliada—.

Como la vida es tan jodida, pues bien me pudieron pasar las dos cosas qué, por jetón, llame con mis pendejas excusas. Resulta que un familiar sí se enfermo, resulta que la consignación del banco sí se me reboto y muy bien me quede yo, sin un peso, lejos, cagao y lejos del agua. Y es que la vida es así; por guevon, mis dos amigas terminaron odiándome por mentiroso, patrañero y por tratar de embolatarlas, porque aunque zánganas: No tenían una pizca de bobas.
Vaya viendo que por avión, termine siendo el pendejo de la historia, el pendejo que personifica al populacho de este tierrero, al que por tratar de ser el perrazo, termina huyendo a madrazos de lo que su corta imaginación le lleva a hacer. Y es que más pendejo pa` donde.
* Habas: Refiérase a billete, plata, lucas, pesos (…)
** Rucas: Viejas, barraganas cazadas, vaquitas amarradas, prospectos de hembra fija.
*** Emperifolle: Verb 1ª persona. Consiste en arreglarse físicamente para un encuentro amoroso, comúnmente finalizado en motel.
**** Pelo: Palabra referente a hembra, ruca, vieja, zángana, etc. (…)

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