miércoles, 28 de julio de 2010

La farándula y el trono. ¿Buena combinación?

Esta entrada nos llego por mail de parte de uno de nuestros lectores, quien se identifico con esta noble causa y, a quien solo llamaremos: Coca — por su sicotrópica intención— . De todas maneras (y sin ningún pudor), le cambiamos algunas cosas para hacerlo más acorde al pobre estilo —que tanto hemos querido conservar— de este blog. Sírvanse por favor y, recuerden que cualquier aporte a nuestras páginas será mal recibido, pero igual nos tomaremos el cochino trabajo de leerlo.

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Como cualquiera de las escasas tardes soleadas capitalinas, me encontraba encerrado en mi baño —haciendo una de las tres cosas que más me gusta hacer en la vida; mis necesidades—. Mientras atendía el alterado estado de irritación estomacal y (ligado a problemas de colon y pese a mí edad), para no pensar en la susodicha dolencia; entre una revista para distraerme, haciendo caso a la clasificación de “entretenimiento” —en términos castizos: farandulera—.



Para ser franco, esta revista era más vieja que el rollo de papel higiénico (Scott) con el que me disponía a “ensuciar”. Como todos sabemos, los pensamientos más profundos a los que puede llegar un hombre, ocurren en este lugar; el Trono. Cuenta de esto, me dio el hecho de las consideraciones particulares que me trajo este pasquín farandulero.


Solo empezando a hojear, no podía evitar pensar en Doña Martha, una mujer entrada en años, tendera de vocación y que siempre me fiaba las especias ó hierbas para mis platos —aclaro: me muevo en el mundo gas-tronómico—. También recordaba las tardes de ver a don Eustaquio, coloquialmente llamado “Don Tostaquio”; con su recua de secuaces viejitos, de pronunciada panza y tez grasosa, mientras se deleitaban gaseosiando*.

Volviendo a la realidad, veía con asombro la foto de una mujer. Dice que su arte es la música, se cree productora y se autodenomina adalid por ello — a pesar de que lleva muchos años dañando la cabeza de infinidad de jóvenes, incluyéndome— . Ahora, nos están metiendo a las malas y en medio de empujones subliminales mediáticos; qué su historia es digna de ser contada. Este novelón de nuestra cebada protagonista no me convence. Las verduleras que yo conozco y que cantan en cantina, siempre serán unas haraganas —aunque muy buenas en el catre—.


Solo sé que su remoquete artístico: “Marbelle”, me va a seguir evocando a las tiernas mujeres que conocí en mi excursión al centro turístico Bogotano. Por lo pronto, seguiré en mi labor de soliloquio, tras varios pajazos mentales y, ¿por qué no? Manuales, ya que estoy acá.

Cabe decir que, tras superar el dolor que me carcomía al principio de esta ardua tarea, llegue al punto de tener que “asear la boquilla” por la que me acababa de deshacer del desgraciado que me tenia así de constipado. Mire con cariño mi apreciado papel Scott, que competía arduamente por ganarse el honor frente al sexy rostro de Marbelle.


Tengo que admitir que los plastificados de las hojas de estas revistas hacen bastante daño a las suave tés de mis posaderas, y de paso ni limpian bien.


*Gaseosiar: Acción consistente en deglutir pan francés con salchichón y gaseosa, con preferencia “Colombiana”; “Por que ser colombiano es un premio”.

(Arreglos: Mesa de redacción y micción).

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