Para amenizar el frio tan desorbitante que nos aqueja en esta desvencijada ciudad, hemos –consideradamente - ambientar este viernes con unas simplonas historias sobre calenturas. Sí, “viernes calenturiento”; creemos que quedaría bien para esta, la primera y única sección de este desvergonzado espacio virtual. Como sabemos que todavía nadie nos lee, no temo develar está, uno de mis derroteros más marcados.
Bueno, inicia con la escena: viernes mamando trago barato; “Tequimon” –llamábase este asqueroso merjurge– que ingería con presurosa ansia en mi casa, mientras esperaba a una barragana en el patio de mi casa. Resulta que esta holgazana llego con poco más de una hora de retraso. Por supuesto cuando llego, mi estado era a lo sumo, deplorable.
Aún así, decidimos seguir con nuestras sicalípticas intenciones. Procedí a clavarle en el guargüero unas tres tasas chocolateras de mi fino coctel de tequila con limón –tequilazo– mientras la buscona se esforzaba por engullir el canecado de trago que le recorría el esófago evitando vomitar. Con el delirante aliento que ya traía encima después de tan romántica escena, proseguí a besarla mientras sutilmente –es decir a empujones– la llevaba a mi matadero favorito: La cama de mis papas.
La escena estaba lista. Aunque no había velas, inciensos, cremas ni aceites; había trago, cigarrillos y una tarde entera para hacerle a la piltra. Pues me encarnice; la desvestí como pelando un banano, con las ganas que solo un trago de estas características puede despertar. Para mi estaba divina esta zángana, su piel al tacto se sentía tersa y –casi modelada por photoshop– suave. Creo que mi “performance” fue algo decente. Ya terminando la transacción, prendí un cigarrillo y me aleje para ver la escena que ante mí se disponía. Pues, ¡Cual fue mi sorpresa!
Resulta que en estos estados, los sentidos pueden ser muy engañosos. Mi tacto me engaño porque tiendo a ser un poco cegatón. Este despojo de mujer estaba plagada de lunares, pero no cualquier lunar; ¡Eran los lunares! (Tenia uno con un pelo, que inclusive tenía el largo de uno de los de mi sobaco). Para completar el panorama, tenía piel de pollo, culi bajita, teticaida y estrías en la barriga –única parte que no le manosee–. Ya entrados en gastos, me dispuse a castigarla por su engaño con un poco mas de ganas. Bien me han dicho que nunca aprendí a hacer el amor sino el odio. ¡Y vaya que bien si lo hice!
TEQUIMON!
ResponderEliminarY TEQUILAZO
Primero ke todo, si, el tekimon era un asco!!!!! guakala!!!! y segundo, no se,yo no me meto a defender aki a nadie, pero el estado fisico del anfitrion da lo suficiente como para ke la descripcion de la fulana sea justa?
ResponderEliminarApreciada ♫: Agradezco tu comentario y el hecho de haber perdido tu tiempo acá. Pláceme decirte -evitando el machismo, ¡que feo!-, que la descripción fue lo más objetivo que pude conjeturar en el estado de beodez que tenia al escribir este impropio e insulso texto. La idea era que te rieras, pero lamento no haberlo logrado. De nuevo gracias y por acá se te espera.
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