lunes, 19 de julio de 2010

¿Y porque no unirnos a la celebración?

Dados los pocos –ya esperados– lectores de este pobre proyecto que emprendimos hace apenas un par de semanas, hemos decidido –unilateralmente porque se me dio la gana– dar un giro al mejor estilo de las novelas de Julio Jiménez y Julio Cesar Luna; dos acérrimos ejemplares de la vilipendiada cultura novelística chibcha. Vamos pues a hablar de cultura, a ver si ahora sí pega.




Pero bueno, con la flojera que me despierta este lunes cataléptico y el desaire de tener que laborar (Sí, aunque no lo crean, trabajo), les hare saber a través de esta sosa entrada lo que pensé este degenerado fin de semana.

Lo único que puedo decir –formando parte del abanderado nacional de la mediocridad y orgulloso compatriota (In)dependiente–, es reflexionar sesudamente sobre el acontecer de mañana, nuestra celebración del bicentenario de la independencia.

Como ya se ha dicho en repetidas y repetidas ocasiones por uno y otro personaje: "¿Independencia de que ó qué?". De que estamos jodidos por nuestra cuenta no es más que un pleonasmo. Por estas empedradas y áridas tierras no se respira más que el empolvado aire de esperanza de que algún día cambiará la situación. Todos seguimos a la espera, con la expectativa de qué; con nuevos dirigentes, nuevos representantes, nuevos artistas ó ya en últimas nuevos Colombianos se logre divisar lo que sería una patria ya no tan boba. ¿Sera mucho pedir?

Sí, es mucho pedir. En este fin de semana vi con pesadumbre lo que es más que obvio para un visitante foráneo, que ve tras bambalinas la sodomización y rendición de un pueblo con alma guerrera (Ó guerrillera, vaya usted a saber). Me refiero a echo particular de que tras el señalado derrotero nacional hay ya una vía destapada por la que tenemos que transitar, la de una cultura dirigida al conformismo y vicisitudes de una vida encerrada en esas pobres metas, no soñar ser el mejor en algo; sino qué a lo sumo, seamos parte de la media tercermundista.

Teniendo ya por delante esta pobre meta: ¿Qué nos acarrearan los próximos cien años al celebrar el tricentenario (fecha simbólica, como la denuncia de Ingrid), de esta trasgredida tierra de guaches, amponzuelos e ignaros crecidos como yo y mi cofrade de causa?

Me respondo también esta pregunta: Nada. No nos espera nada al otro lado. Profetizando al mejor estilo de Paul el Pulpo, puedo decir, aseverar con valentía –escondido tras este triste remoquete– que no ha de pasar nada, porque estamos atrasados al resto del mundo otros doscientos años y, si mucho haremos será avanzar cincuenta años en desarrollo mental; porque es que falta mucho para llegar si quiera al sub-desarrollo.


Así que; Colombiano, celebra tus derrotas como nadie más sabe hacerlo en el planeta.

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